Hijas de la Caridad
La Compañía de las Hijas de la Caridad nació el 29 de noviembre de 1633 en París, bajo los principios inspiradores de sus fundadores: San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac. Las primeras Hijas de la Caridad cuidaban de los enfermos más pobres en sus casas. Más tarde, los cuidaban en los hospitales, ocupándose también de la educación de las niñas en las escuelas, atendiendo a los niños expósitos, a los ancianos, a los enfermos mentales y marginados. Se desplazaban a todos los lugares para servir a toda persona que estaba en situación de necesidad.
La Compañía se hizo muy pronto internacional, llegando a España en el año 1790 tras más de 220 años de trabajo incansable, estando presentes en la actualidad en 93 países. Actualmente, nuestro país está dividido en cinco provincias canónicas y, concretamente, la provincia España-Sur abarca Extremadura, Andalucía y Canarias. En estos países, las Hijas de la Caridad están presentes en 108 centros o comunidades, sirviendo en los lugares de prioridad social: hospitales, hogares, escuelas, centros de acogida, comedores sociales, etc.
En la Provincia España-Sur, la andadura de las Hijas de la Caridad, atendiendo en comedores sociales, comenzó, en torno, al año 1898 cuando se fundó en Sevilla el Comedor Benéfico San Vicente de Paúl, dando respuesta a la realidad social de aquella época, en la que abundaba la pobreza, el hambre y la miseria. Desde entonces, la Compañía ha ido emprendiendo nuevos proyectos, atendiendo a las necesidades sociales que han ido surgiendo y, hasta la fecha, la Provincia España- Sur (Extremadura, Andalucía y Canarias), cuenta con trece comedores sociales, donde se ofrece una atención integral a las personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad.
Las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, inspiradas en la figura de sus fundadores San Vicente de Paúl y Santa Luisa de Marillac, viven el carisma vicenciano de servicio al necesitado en cada uno de sus proyectos. Carisma que sitúa a la persona en el centro, protagonista de su historia, dando respuesta a sus necesidades básicas y desde el convencimiento de que, al servirle, se sirve a Jesucristo.
Por eso, entendemos el servicio a la persona desde la promoción de esta, sabiendo que no hay promoción sin necesidad básica cubierta, ni necesidad básica cubierta que no lleve de la mano la promoción de la persona.